Danzas nacionales

2022-09-10 12:47:15 By : Ms. Catherine Zhou

En su libro “Bolivia en movimiento”, Patricia Ballivián Salek enumera 370 danzas que alcanzó a documentar luego de años de viajar por los nueve Departamentos del país, y admite que se quedó corta.

En su libro “Bolivia en movimiento”, Patricia Ballivián Salek enumera 370 danzas que alcanzó a documentar luego de años de viajar por los nueve Departamentos del país, y admite que se quedó corta.

En las entradas folklóricas podemos ver parte de ese acervo nacional y aquí hacemos un repaso de algunas de ellas:

Se trata de una danza que parte de un sincretismo cultural, con una fuerte influencia de los esclavos africanos, los indígenas de la región andina de Bolivia y de los conquistadores españoles. Según Sigl (2012), esta danza realiza una glorificación a los capataces o caporales afrodescendientes en la región de los Yungas, siendo ideada y personificada por jóvenes del sector popular de Ch’ijini.

Con el transcurrir del tiempo, tanto el caporal como su acompañante femenino llegan a blanquearse y ascender de clase, pues en la actualidad se trata de una danza occidentalizada y lujosa que se asocia a las clases sociales adineradas del país. 

En esta danza se puede apreciar a los caporales que llevan pantalón abombado, blusón de mangas anchas y botas con cascabeles, demostrando su gallardía y vigor a través de grandes saltos. Por otro lado, las damas que llevan una lujosa vestimenta caracterizada por las mini polleras y las blusas que destacan sus atributos femeninos. 

A partir de la conquista española, las órdenes religiosas introducen tanto al dios cristiano como al diablo, la lucha entre el bien y el mal se convierte en representaciones teatrales y dan origen a las danzas de diablos que se encuentran presentes en gran parte del territorio peruano y boliviano. En cuanto a la danza de la diablada en Bolivia, existen varias investigaciones que sustentan su origen tanto en Oruro, La Paz, como en el Departamento de Potosí. 

Según Freddy Arancibia, la danza de la diablada se habría originado en el fabuloso centro minero de Aullagas, en la provincia Chayanta de Potosí, a partir de las ceremonias rituales que los indígenas realizaban al dios andino Tanga Tanga, que durante la época colonial fue satanizado y sustituido con el arcángel San Miguel. Más adelante, en las celebraciones dirigidas a San Miguel, pero también a la deidad Tanta Tanga oculta en la imagen del “Tio” de las minas de plata, se aprecia a los “Tinku Diablos”, que es la danza ritual del Tinku con la presencia de personas disfrazadas de diablos. A partir de 1885 y el cierre de las minas en Aullagas y Colquechaca, los mineros desempleados se trasladan a la ciudad de Oruro llevando consigo esta danza que daría lugar a la actual diablada.

Tan recientemente como 2015, Ballivián señala que esta danza se origina “en tiempos prehispánicos, en las comunidades de los Urus, Chipayas, Capillus y Muratos y que estaba relacionada con su cosmovisión que adoraba al Tiw, dios tanto del bien como del mal, protector de las profundidades de la tierra” (p. 80). De ser así, se encontraría relación con los ritos de adoración al “Tío” de la mina.

 Empero, esta misma publicación, y su autora, admiten que la diablada, tal como se conoce actualmente, era bailada originalmente en comunidades de Potosí y pone como fuente al profesor Lauro Rodríguez Terceros (Ídem). 

La kullawada es una danza que se baila en la región andina de Bolivia y que simboliza las faenas del pastoreo de llamas y el hilado de la lana con ruecas artesanales, para luego proceder a la elaboración de una serie de textiles que forman parte de la riqueza cultural del mundo andino. Esta danza se baila en parejas de hombres y mujeres que son guiados por el whapuri o líder que lleva una rueca grande, más un copo de lana. (Ballivián 2015).

En cuanto a la coreografía de la danza, las mujeres con rueca en mano simulan hilar la lana de la llama u oveja, además de llevar como vestimenta tradicional el sombrero ataviado con adornos colgantes, la pollera colorida y la blusa. Los hombres llevan un chaleco, un pantalón de bota ancha, el sombrero, y la faja adornada con monedas antiguas. Tan solo el cabecilla puede utilizar un antifaz que resalta los rasgos faciales. 

Antiguamente esta danza se bailaba con los huayños interpretados por tarkas y bombos; sin embargo, en la actualidad es mucho más común el uso de las bandas musicales que acompañan el movimiento continuo de los hombros y cabeza tan notorios en esta danza. 

Aunque Ballivián apunta que “sus orígenes se ubican en las comunidades aymaras de orillas del Lago Titicaca” (en territorio kolla), la misma autora admite que “es una danza mestiza, post-colonial, ya que surge con el advenimiento del colonialismo esclavista y la llegada de negros del África para el trabajo en las minas de Potosí”, sobre los que existe abundante documentación en el Archivo Histórico de la Casa de Moneda.

Por las razones históricas referidas, la saya, caporales y l a morenada compartirían su origen. 

El pujllay o juego es una manifestación cultural propia de la etnia yampara, ubicada en el Departamento de Chuquisaca. El 12 de marzo de 1816, un reducido número de valientes guerreros yamparas fue capaz de derrotar a un ejército español en la denominada batalla de “Jumbate”, marcando un hito en los movimientos que contribuyeron a la independencia del país. En la época de carnavales se realiza una celebración tradicional en el pueblo de Tarabuco, que rinde un homenaje a los caídos en esta batalla, pero que también es un espacio de veneración a la Pachamama que posibilita la cosecha y a los sajras (supay, paquma y sirinus) emparentados con la música, la fertilidad en los campos, los tejidos y la lluvia. 

En esta celebración, los danzarines ataviados con la vestimenta tradicional ejecutan una danza lenta acompañada de la música de las cajas y los pinkillos. Los hombres usan unas ojotas especiales de suelas que oscilan entre los 10 a 12 centímetros de altura y van danzando en círculos en torno a una pukara; especie de altar funerario adornado con flores, alimentos y bebidas similares a los que se realizan para la celebración de Todos Santos. Según la cosmovisión andina, en el mes de noviembre las energías vitales de los difuntos ingresan en el subsuelo ayudando a fertilizar los campos y haciendo posible una abundante cosecha que propicia las celebraciones de los carnavales. 

La versión más extendida dice que esta danza folclórica hace su aparición en el carnaval de Oruro, en el año de 1916, cuando un grupo de jóvenes decide interpretarla, simbolizando a las tribus que habitan los llanos orientales de Bolivia, en especial la región del Chaco, parte de Tarija y Santa Cruz. (La Patria, 2015). En la danza de los tobas se puede advertir a los hombres utilizando grandes y coloridos penachos de plumas de ave, las caretas que exageran los rasgos faciales, una ropa sencilla con varios adornos de plumas y algunas armas (lanzas, flechas) utilizadas por los guerreros y cazadores de las regiones selváticas. Algunos hombres llevan disfraces de ancianos o médicos brujos, mientras que las mujeres de igual manera llevan un penacho hecho de plumas, y ropa muy delgada como si fueran hermosas amazonas.

Empero, según Sigl (2012), la vestimenta y muchos rasgos de esta danza no guardan relación con los tobas u otra etnia del Chaco o zonas selváticas de Bolivia, sino que parte más bien de la imaginación de los artesanos bolivianos •

(*) Los autores son expresidentes de la Sociedad de Investigación Histórica de Potosí (SIHP).

Arancibia, Freddy (2014). Diablada Americana. Cochabamba, Bolivia: Talleres Gráficos “Kipus”.

Ballivián, S., Patricia (2015). Bolivia en movimiento. La Paz – Bolivia: imprentas graficas Virgo. 

Gérard, A., Bauman, P., Stobart, H., y Martínez, R., (2010) Diablos tentadores y pinkillus 

embriagadores- en la fiesta de anata-phujllay: estudios de antropología musical del carnaval de los andes de Bolivia. La Paz, Bolivia: Universidad Autónoma Tomás Frías.

La Patria (2015). EL Carnaval de Oruro. Edición especial del periódico la Patria del 14 de febrero de 2015. Bolivia: Editorial, La patria Ltda.

Sigl, E., y Mendoza, D. (2012). Danzas de Bolivia Tomo II. La Paz, Bolivia, impreso en Bolivia. 

Zabala, A., W. (2013). Música y danzas de Potosí. Potosí – Bolivia: Gobierno Autónomo Municipal de Potosí.

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