'La Casa': Terror existencialista en stop-motion en Netflix

2022-08-12 11:03:02 By : Ms. Krista Zhu

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Se presenta como una película de stop-motion poblada por encantadoras criaturitas, cuando en realidad es una pesadilla surrealista y magnífica.

Decir que The House fue una sorpresa es como decir que he salido un poco menos de lo habitual en los últimos dos años. Se trata de una antología animada en stop-motion producida para Netflix por la empresa londinense Nexus Studios, conocida por crear campañas de marketing para Coca-Cola, Chipotle, Google, Honda y los Juegos Olímpicos de Invierno de 2018 retransmitidos por la BBC; al haberme acercado sin saber nada sobre ella, salvo que hay un personaje al que pone voz Jarvis Cocker, de Pulp, esperaba estúpidamente algo divertido, o simpático, o quizá melancólico y nostálgico.

Ciertamente, no esperaba el horror, real y existencial. Vea el tráiler:

Probablemente, aunque la hubiera visto antes de ver la antología, no habría esperado lo que luego presencié. Hace que parezca una obra con tonos oscuros sí, pero fabulosa, llena de imaginación y fantasía y buenos sentimientos.

En The House hay muy pocos buenos sentimientos, hay muy poco buen humor y hay muy poca bondad en general. Ves "paso uno", piensas en la oveja Shaun y sonríes; pero en The House hay Kafka, hay Buzzati, hay Poe, hay cuentos de hadas pero con un giro negro. Es una experiencia alienante que sólo al final consigue dar un poco de esperanza, aunque con matices.

Todo empieza por el estilo visual, porque el discurso de The House no se limita a utilizar el stop motion y, por tanto, una técnica de animación lenta y costosa que requiere paciencia, aplicación y gran destreza. También está el hecho de que los personajes no son, digamos, de plastilina o de algún otro material típico del paso uno; están hechos de... ¿fieltro? ¿tela? No se me da bien distinguir los materiales textiles, pero sea cual sea, da a las criaturas que pueblan la casa un aspecto áspero y abrasivo, casi repelente, amplificado por la elección de abrir con un episodio poblado de criaturas antropomórficas con los ojos, las narices y las bocas colocadas en el lugar más equivocado e inquietante posible.

La maravilla no se limita a los personajes y a la forma en que están animados: todos los decorados tienen una magnífica fisicidad derivada del uso de objetos reales para construirlos. Aunque esté poblado por criaturas surrealistas y absurdas, el mundo de The House, y la propia casa, son lugares concretos y tangibles, y por ello resultan aún más aterradores cuando cambian de forma y naturaleza sin lógica aparente, como en un sueño o una corriente de conciencia.

Como sugiere el título, The House trata de una casa. No La Casa, en el sentido de un edificio concreto con miles de años de historia a sus espaldas; una casa, aparentemente una entre muchas, querida por un excéntrico y obviamente misterioso arquitecto y construida en pocos días en el primero de los tres episodios que componen la película. Para construirla, el arquitecto tiene que convencer a la familia propietaria del terreno de que lo ceda, y lo hace ofreciéndoles la oportunidad de mudarse a la nueva casa, convirtiéndose en sus primeros inquilinos; porque al arquitecto no le interesa la casa en sí, sino el acto creativo que la transforma de un dibujo en papel en un lugar físico.

Incluso un breve y casual conocimiento del mundo del terror ya debería decirte que las cosas no van a ir como la familia espera cuando aceptan mudarse. La maravilla de The House es que siempre está atravesada por un sutil hilo de inquietud, que está envuelta en una atmósfera uniformemente opresiva de desastre inminente; pero que cuando llega a revelar la naturaleza de dicho desastre sorprende, da rodeos inesperados, propone soluciones que son imposibles de pensar hasta que te las muestran y dices "ah, eso es".

A menudo se acusa a las producciones de Netflix de estar supeditadas al algoritmo, de ser escritas, filmadas, escenificadas e interpretadas marcando una serie de casillas imprescindibles para que el producto tenga el éxito necesario entre el público. Y The House, vale la pena reiterarlo, viene de un estudio que hasta ahora ha hecho su dinero principalmente con cosas corporativas. Pero, a pesar de ello, es una de las películas menos algorítmicas que ha producido la plataforma, obstinadamente personal y desinteresada en frivolidades como el ritmo o incluso la continuidad narrativa. Cada uno de los tres episodios sigue su propio camino, y es un camino que siempre es difícil de predecir al principio; además de un horror escalofriante y una angustia sutil, The House también se adentra con fuerza en el absurdo, en esa representación de la realidad que no quiere representar realmente la realidad, sino algo que se encuentra un poco más lejos, desplazado unos centímetros fuera de los límites de la normalidad.

El resultado final también es difícil de desenredar, porque todo lo que The House quiere decir lo esconde bajo capas de confusión y una espesa cortina de humo de posibles interpretaciones. En el fondo, creo que hay un discurso sobre el arraigo, la identidad personal y el modo en que ésta interactúa con la identidad geográfica, de lugar, digamos; un razonamiento sobre cómo la casa en la que vives te transforma como persona tanto como tú la transformas a ella, y sobre el modo en que, apegados como estamos a las cosas, vemos nuestras cuatro paredes no sólo como un hogar y un lugar en el que podemos sentirnos como en casa, sino también como un último, y ojalá insuperable, muro que nos separa de todo lo que hay fuera. Además de ser un símbolo de prosperidad y bienestar, una medalla indispensable para aquellos que realmente quieren sentirse parte de la sociedad que cuenta.

The House está, especialmente en su tercer y último episodio, llena de metáforas y niveles de lectura. Hay una palabra que me ayudaría a explicar mejor este último pasaje, pero no quiero escribirla para no arruinar la sorpresa. En general, si puedes, intenta evitar los spoilers sobre The House, incluso los mínimos como "el segundo episodio va sobre...". No es que haya grandes giros, ni sorpresas narrativas inesperadas que cambien la experiencia de visionado una vez que las conoces. Sería una pena, sin embargo, perderse el placer del descubrimiento, como dice el famoso paleontólogo italiano Alberto Ángela: son tres pequeñas historias, ambientadas en el mismo lugar pero en épocas diferentes, y puedo asegurar que no tienes ni idea de cómo se desarrolla ninguna de ellas.

Vía: Esquire IT